EQUIPO PROFESIONAL

MARTHA STELLA OSPINO R. Magíster en Psicología Jurídica, USTA, Especialista en Psicología de la Salud, UN, Psicóloga, U.N.

JAIRO ALFONSO OSPINO RODRIGUEZ Médico y abogado

QUE ES PSICOLOGIA FORENSE

La Psicología Forense es especialmente útil en la realización de pericias penales, evaluación de presuntos agresores y daño psicológico, valoración para inimputabilidad, elaboración de evaluaciones psicológicas forenses, asesoría técnica en juicio.

USOS DE LA PSICOLOGIA FORENSE

La Psicología Forense ofrece un amplio abanico de usos prácticos especialmente útiles en el ejercicio jurídico tanto para la Defensa como para la Fiscalía.

EXAMEN DEL ESTADO MENTAL

Como testigo experta en juicio, uno de los aspectos que se deben verificar en los informes que otros profesionales de la Psicología forense hayan presentados es la realización del examen juicioso del estado mental de la persona evaluada.

EN EL AMBITO DE LA FAMILIA

La Psicología Forense tiene como acción principal la realización de evaluaciones psicológicas para aportar información especializada y veraz que se convertirá en un medio probatorio para orientar la toma de decisiones judiciales.

jueves, 12 de junio de 2014

PARTES DEL INFORME PSICOLOGICO FORENSE EN LOS CONTEXTOS LEGALES

 Alexa Liliana Rodríguez-Padilla y
       Eliana Catalina Delgado-González.
   
En el contexto de la Psicología Forense, el informe pericial es una de las herramientas principales en la actuación profesional del perito, por no decir que la más importante.  El informe psicológico forense no solo juega un papel preponderante, dada las implicaciones que tiene en el contexto jurídico, sino también resulta el elemento más sensible en la actuación pericial, el desconocimiento de protocolos para su elaboración, ha generado, no en pocas ocasiones, investigaciones de tipo ética en contra de psicólogos forenses en Colombia. De acuerdo con Sierra (2006) el informe psicológico forense se constituye en un resumen detallado del proceso que se llevó acabo para realizar una evaluación psicológica en el ámbito legal. El diagnóstico en el ámbito forense se condiciona, desde el punto de vista epistemológico, al menos por la existencia de un delito establecido en el Código Penal y por la idea de un sujeto imputable, con la que se compara al individuo presunto autor del delito. Estableciendo como demanda concreta a un perito la valoración de una imputabilidad (Bembibre e Higueras, 2006).
Según Celedon y Brunal, (2012), “etimológicamente, la pericia procede del latín peritia que significa experiencia, de peritus, que traduce experimentado y en sentido gramatical denota habilidad, práctica, y destreza.”. De acuerdo con el Código de Procedimiento Penal Ley 906 de 2004, en su artículo 405 establece que “la prueba pericial es procedente cuando sea necesario efectuar valoraciones que requieran conocimientos científicos, técnicos, artísticos o especializados”.
Los mismos autores establecen que el dictamen pericial psicológico es el proceso a través del cual el perito plasma un hecho psicológico y sus consecuencias; una enfermedad o hecho clínico relacionado con la salud mental de una persona en un contexto legal. De igual forma, lo proponen como el análisis que realiza  el experto de un hecho determinado, con detalles de sus características y llevando a determinadas conclusiones con un nivel de orientación, de probabilidad o de certeza.
Los informes psicológicos forenses deben ser solicitados en debida forma, practicarse e incorporarse al proceso en los términos y oportunidades que señala el Código de Procedimiento Penal (Urrea, Estrada y Lopera, 2012). El código establece que las partes podrán presentar informes forenses, si el juez determina que puede ser material probatorio, sin embargo, deben ser solicitados en audiencia preparatoria. Un aspecto importante a tener en cuenta en relación con los informes periciales el objeto de estudio son hechos y no cuestiones de derecho, ya que estas, sólo corresponden a los operadores jurídicos. Por lo anterior, es de aclarar que la función de un perito no es establecer responsabilidades, si no, ilustrar, asesorar, aportar conocimientos al juez o tribunal (Finol, 2006)
El informe pericial se constituye como una prueba indirecta y de carácter científico, el cual  tiene como objeto el análisis del comportamiento humano o la personalidad y los aspectos intelectuales o volitivos de la persona. Más que una prueba,  el informe representa un medio para la valoración, proporcionando más elementos para la formulación de juicios. (Simões, 2011)  Sin embargo, autores proponen que en algunas oportunidades, los operadores jurídicos no le dan el valor que tiene (Celedon y Brunal, 2012).  Aspecto que resulta de especial interés para un análisis cuidadoso, teniendo en cuenta que las decisiones jurídicas que  toman los jueces, en algunas ocasiones, sólo se sustentan en el testimonio de los testigo o las víctimas, elemento altamente falible en materia de credibilidad y veracidad,
El informe se constituye como prueba pericial psicológica y se  incluye dentro de las denominadas pruebas científicas, ya que aporta conocimientos provenientes de la ciencia psicológica al ejercicio de la función juzgadora. Por ello, el peritaje psicológico,  en el ámbito penal tiene como eje central la evaluación psicológica de la salud mental del acusado o la capacidad del sujeto en sus diversas competencias en relación a los actos cometidos, otra de las funciones que cumple dicha evaluación es dar una valoración en cuanto al grado de malestar emocional generado por el acontecimiento violento (Echeburúa, 2005). Por otro lado, se plantea, que el juez solicita un asesoramiento técnico por carecer de unos conocimientos especializados para elaborar una resolución judicial. (Manzanero y Muñoz, 2011)
En relación al peritaje psicológico, en materia penal, el eje central de la evaluación psicológica hace referencia esencialmente a la salud mental del acusado o la capacidad del sujeto en sus diversas competencias, y en relación a la comisión de los actos cometidos. (Aguilera, 2004). Por lo anterior, se han plantea diferentes modelos que le den una estructura al informe psicológico, con el objetivo de que la información que allí sea plasmada, sea de fácil entendimiento para la persona que no cuenta con el conocimiento científico psicológico. (Olmedo y Dorta, 2003). A continuación, se hace referencia a tres modelos, el primero de ellos es el propuesto por Simoes (2011), psicólogo-docente universitario de la Facultad de Psicología y de la Educación de la Universidad de Coimbra, portugal:
Tabla 1. Estructura del informe forense
Secciones
Composición
Elementos relacionados con el profesional que emite el informe
Aspectos formales de la experiencia y formación del psicólogo, incluyendo información como títulos obtenidos, cargos desempeñados, experiencia con diferentes poblaciones o grupos.
Información general
Nombre del sujeto, edad, lugar donde fue acusado, fuentes del informe, delito que cometió, circunstancias actuales, una breve historia de las transgresiones, número y fecha de las evaluaciones y posible derivación para otros profesionales.
Circunstancias del pedido
Se debe identificar el origen y la naturaleza de la solicitud, las cuestiones legales para las cuales se requiere respuesta, circunstancias que rodean la petición de evaluación y resumen de la petición.
Introducción
Fuentes de información utilizadas, testigos y métodos de evaluación. Puede incluir una descripción de la manera en la que el acusado respondió a la evaluación.
Información contextual
Información relevante relacionada con el contexto familiar, aprendizaje escolar, historia ocupacional, historia económica, historia sexual, historia psiquiátrica.
Historia del delito
Recoge la evolución del comportamiento ofensivo a lo largo del tiempo, refiriéndose a hechos y no a explicaciones.
Evaluación del funcionamiento actual
El comportamiento, afectos, funcionamiento intelectual y las aptitudes sociales actualmente presentes en el repertorio del sujeto ofensor.
Formulación
Esta sección debe describir cuales son los problemas que el transgresor experimenta, así como los recursos que posee. Se debe diferencias problemas psiquiátricos, psicológicos y sociales.
Recomendaciones
Las recomendaciones deben ser explícitas y estar lógicamente relacionadas con los conceptos explicativos y conclusiones afirmadas en el informe.
Resumen y/o conclusión
Debe recoger el objetivo del informe, los métodos de evaluación, los resultados, la formulación y las recomendaciones. También puede incluir una o varias opiniones específicas del perito en respuesta a preguntas hipotéticas formuladas por el juez o abogados.
Nota: (Simões, 2011)


El modelo que propone Graña (1997 citado por Sicard, 2011), profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid, en el área de Psicopatología, propone  que para el desarrollo del informe psicológico forense se debe seguir siete directrices:
Tabla 2. Modelo de informe
Identificación
Datos de filiación del perito, datos de filiación del peritado, juzgado de procedencia y número de asunto.
Objetivo del informe pericial

Información de porque se está llevando a cabo el informe.
Metodología
Entrevistas, tipos de entrevistas, lugar y número de horas, pruebas complementarias, observaciones, autoregistros y bibliografía utilizada.
Análisis descriptivo
Análisis de la situación jurídica del procesado, análisis funcional de los problemas psicológicos del peritado redactado de forma descriptiva. Antecedentes, factores de predisposición o vulnerabilidad, autoimagen, apoyo social, situación vital y estilo de vida. Exploración psicopatológica.
Resultados
Impresión diagnostica (DSM IV en los 5 ejes, CIE 10 y justificación de los criterios que cumple)
Discusión forense
Relación entre psicopatología, capacidades cognoscitivas, volitivas y delito
Conclusiones
Conclusiones finales enumeradas.

En Colombia El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (INMLYCF) en su Resolución 430 del 27 de Abril de 2005, adopta el protocolo para la presentación de informes o dictámenes periciales emitidos por los laboratorios forenses estableciendo diferentes elementos que deben contener los dictámenes e informes periciales:
Tabla 3. Protocolo de presentación de informes
PARTES
CONTENIDO
Preámbulo
Datos que identifican la institución
Identificación del laboratorio
Membrete de la organización que emite el dictamen
Identificación del dictamen o informe pericial
Título, ciudad y fecha, número único de identificación (numeración consecutiva)
Identificación de la autoridad destinataria
Nombre del destinatario (mayúscula sostenida y negrilla), cargo, entidad, dirección y nombre de la ciudad.
Identificación y referencias de la solicitud
Identificación de la solicitud, identificación de la autoridad solicitante, número de sumario, nombre de las personas relacionadas en la solicitud, número de radicación y fecha de la recepción de la solicitud, fecha de recepción de la solicitud en el laboratorio y fecha de realización de los análisis.
Contenido del dictamen o del informe pericial
Análisis efectuados
Descripción de los elementos recibidos para estudio
Relación detallada de los elementos o muestras recibidas para los diferentes estudios.
Motivo de la peritación
Transcribir de forma textual y entre comillas el cuestionario o petición de la autoridad solicitante.
Métodos empleados
Métodos que permitieron llegar a los resultados.
Instrumentos empleados
Relación de instrumentos
Hallazgos
Hallazgos obtenidos en el estudio realizado
Interpretación de los resultados
Interpretación técnica o científica del perito de los hallazgos obtenidos.
Conclusiones
Claras, precisas, detalladas y fundamentadas en la interpretación de los hallazgos obtenidos.
Referencias bibliográficas
De usarse bibliografía debe quedar referenciada
Observaciones
Sugerencias o comentarios que considere de interés para la autoridad.
Remanentes, contramuestras y material de apoyo
Registrar si quedan remanentes, contramuestras o material de apoyo.
Certificación de cadena de custodia
Certificar que el elemento analizado estuvo bajo permanente custodia.
Anexos
Nombre y firma del perito
Nota para referencias futuras
Fin del dictamen o del informe pericial

Un aspecto de importancia relevante en el proceso de evaluación psicológica forense, es la  entrevista.  Se entiende  como un proceso de comunicación e interacción entre dos personas o más, donde el objetivo principal es obtener información. En la entrevista forense, la información que se busca obtener es la correspondiente con los hechos relacionados con conductas punibles que se investigan. Es importante aclarar que en el ámbito forense la información obtenida en la entrevista no se establece como verídica; adicional a ello, a no se hace con el fin de ayudar al testigo con un plan terapéutico, sino de evaluar la probabilidad de recabar información que soporte o descarte las hipótesis forenses, o verificar que se trate de un relato real. La entrevista en el ámbito forense debe realizarse en diferentes fases, las cuales deben ser planeadas con antelación. (Espinosa, 2011)
El instrumento vertebrador de todo el proceso de evaluación psicológica forense, es la entrevista psicológica forense, que en algunos casos adopta un formato semiestructurado con un estilo indirecto de recolección de información. Esta orientará al perito sobre qué contenidos deben ser evaluados mediante otros instrumentos. (Muñoz, 2013). Sin duda es el procedimiento más utilizado en psicología forense porque permite obtener datos para el informe psicológico forense y la formulación de hipótesis, así como para la planificación de pruebas posteriores para la verificación o negación de las mismas. (Manzanero, 2009)
Otra de las definiciones en torno a la evaluación psicológica forense, es la acción que el profesional lleva acabo para apreciar a través de los sentidos aspectos relacionados con la disciplina de la psicología, observando de manera cuidadosa el comportamiento actual del sujeto, su lenguaje verbal y no verbal, y procesos superiores a través de un examen del estado mental. Esta se puede llevar a cabo durante el proceso de entrevista semiestructurada, la cual generalmente este proceso se encuentra limitado en cuanto al tiempo y recursos, por lo que el profesional no debe emitir un diagnóstico definitivo. (Espinosa, 2011)
La evaluación psicológica en el ámbito forense representa un campo de especialización que requiere la incorporación de las mejores estrategias evaluativas disponibles, ya que esta juega un papel fundamental en el proceso de la toma de decisiones legales debido a la gran variedad de situaciones a las que se enfrentan a diario en el ámbito de administración de justicia. (Saborío, 2005)
Desde el punto de vista metodológico, la evaluación psicológica forense comparte características comunes a toda evaluación psicológica clínica.  Debe regirse por los mismos principios que cualquier otra actividad científica, es decir, debe ser un proceso estructurado que permita su replicabilidad y de igual manera requiere de formulación y contraste de hipótesis. (Muñoz, 2013).  Debido a las importantes consecuencias derivadas del informe psicológico forense, la actuación profesional del perito debe estar en total consonancia con las exigencias éticas y deontológicas de la Ley 1090 de 2006 para el caso de su actuación profesional en Colombia.
Desde la década de los 80 de forma experimental, el psicólogo entró a formar parte del personal de la Administración de Justicia, desde esa época hasta la actualidad, se ha presentado un incremento exponencial  en la participación de los psicólogos en en los sistemas de justicia. La figura del psicólogo forense está plenamente integrada en la realidad judicial, habiendo adquirido un estatus profesional reconocido por los distintos operadores jurídicos y otros profesionales de las ciencias forenses. (Manzanero y Muñoz, 2011)
De acuerdo con el nuevo Código de Procedimiento Penal (Ley 906 de 2004), pueden ser peritos las personas con un título reconocido en la respectiva ciencia, técnica o arte. Sin embargo, en algunas circunstancias las personas con un entendimiento en la ciencia, técnica o arte, aunque carezca de título. Sin embargo, el número de psicólogos con investigaciones éticas en Colombia, muestran una realidad muy distinta, evidenciándose que la labor pericial requiere de un alto nivel de preparación teórica y metodológica, así como un conocimiento claro de sus deberes y derechos en cuanto a su actuación ética en su desempeño profesional en el ámbito legal.  
El perito psicólogo en el ámbito pericial puede actuar de dos maneras, la primera  como profesional independiente, estableciendo las fechas en las cuales el actor será citado para la evaluación psicológica. Al momento de recibir su designación, debe presentarse en el juzgado correspondiente para aceptar el cargo, establecer las fechas en las cuales realizará la evaluación psicológica,  evaluar sus resultados y dar respuesta a los puntos de pericia solicitados por las partes. (Natenson, 2007).  La segunda forma de actuar es como consultor técnico o perito de una de las partes, acompañando a las entrevistas periciales a la parte que lo designa.

En la actualidad resulta cada vez  más común que los administradores de justicia requieran de expertos en el comportamiento humano, cuando se trata de dar explicaciones frente a una determinada conducta tipificada en los códigos judiciales. La psicología es una disciplina que se encarga del estudio del comportamiento humano en relación con las conductas y sus variaciones. La psicología forense hace referencia a la exploración, evaluación y diagnóstico de las relaciones y pautas de interacción, aspectos de la personalidad, inteligencia, aptitudes y actitudes, de la persona implicada en procesos judiciales.(INMLYCF, 2009).  El peritaje psicológico es un proceso de evaluación psicológica, donde se requieren diferentes técnicas de evaluación, algunas propias de la psicología forense y otras de la psicología clínica (Espinosa, 2011)

Debe ser practicado de manera imparcial, independientemente de la parte a la cual represente o le haya contratado el fin de la actuación pericial es ayudar a establecer una verdad jurídica y hacer justicia. (Oropeza, 2000)
Por lo anterior es de vital importancia que un profesional responsable de un proceso de evaluación psicológica en el campo jurídico, cuente con conocimientos y entrenamiento especializado para su actuación profesional. El Código Penal Colombiano establece que cualquier persona que se encuentre dentro de sus facultades y cuente con los conocimientos técnicos que se requieran pueden ser peritos sin embargo, dada las implicaciones de éste tipo de procedimientos, no sólo en el contexto jurídico, penal o civil, sino también en la esfera personal del evaluado, el cual puede generar afectaciones de tipo permanente, se debe tener especial cuidado en el manejo de este tipo de herramientas y no puede ser realizado por cualquier profesional del psicología, el simple título de pregrado en psicología no lo acredita para realizar éste tipo de intervenciones que requiere un alto y especifico nivel de entrenamiento Por ello, debe realizarse por una persona que cuente con el conocimiento, la experiencia, la experticia y sobre todo realizarlo de manera imparcial y sin emitir juicios de valor.


Para citar este escrito según normas APA:

AL. Rodríguez-Padilla y E
C. Delgado-González. (12 de junio de 2014).  Partes del informe psicológico forense en los contextos legales.  [Mensaje en un blog].  Recuperado de http://psicojuridicaforense.blogspot.com/.

REFERENCIAS
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Bembibre, J. e Higueras, L. (2006). Informes psicológicos: el sujeto doble de la psicología y el derecho. International Journal of Clinical and HealthPsychology 6 (2), 469-480.

Celedon, J y Brunal, B. (2012) El psicólogo como auxiliar de justicia, una mirada desde la pericia psicológica. Revista de la facultad de Psicología Universidad Cooperativa de Colombia 8 (14), 153-167. Recuperado de http://wb.ucc.edu.co/pensandopsicologia/files/2013/06/art013-vol8-n14.pdf

Echeburúa, E. y De Corral, P. (2005). ¿Cómo evaluar las lesiones psíquicas y las secuelas emocionales en las víctimas de delitos violentos?.Psicopatologia clínica, legal y forense, 5 (1), 57-73.

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Manzanero, A. (2009). Teoría y práctica de la investigación criminal. Recuperado de http://eprints.ucm.es/11021/1/psicologia_forense.pdf

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Muñoz, J. (2013). La evaluación psicológica forense del daño psíquico: propuesta de un protocolo de actuación pericial. Anuario de Psicología Jurídica 23, (61 – 69).

Natenson, S. (2007). Rol del perito psicólogo en el ámbito judicial. Recuperado de http://dspace.palermo.edu/dspace/bitstream/10226/439/1/8Psico%2006.pdf

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Olmedo, E. y Dorta, R. (2003). El informe psicológico en el marco forense. Anales de la facultad de derecho, 20 (1), 139-160.

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Sierra, J.(2006). Psicología forense: Manual de técnicas y aplicaciones. Rogar, S.A: Madrid.

Simões, M. (2001). Informes psicológicos en contextos forenses. Jiménez, F, Evaluación Psicológica forense. (157-183). España: Amarú Ediciones.

Urrea, A., Estrada, L. y Lopera, J. (2012). Los dictámenes periciales en el código de infancia y adolescencia. Estudios de Derecho 69 (154), 1 – 20.


ABUSADORES SEXUALES

Alexa Liliana Rodríguez-Padilla
Leidy Johan Baquero-Cantor.       
 El intento por explicar el comportamiento de los agresores sexuales ha sido un esfuerzo constante, desde hace ya varias décadas y desde diversas disciplinas. El modelo de análisis del comportamiento parte de múltiples explicaciones a los componentes del comportamiento del agresor sexualmismo, como son las motivaciones, procedimientos de ejecución de los hechos, personalidad, presencia de parafilias, trabajo en solitario o en grupo, métodos de elección de la víctima y carrera delictual, entre otros (González, Martínez y Bardi, 2004). Las explicaciones que resultan de las causas que origina la agresión sexual no son unívocas, por el contrario, son multicausales, razón por la cual las propuestas de evaluación e intervención deberían considerar la misma perspectiva.
El resultado de las investigaciones muestra heterogeneidad en las características de personalidad y psicopatológicas de los agresores sexuales. En general, suelen atribuir perfiles de tipo limítrofe para el caso de agresores sexuales que presentan algún trastorno, y en el caso de violadores, entendiéndose por violador, quien realiza la ofensa sexual contra un adulto de manera violenta. En éstos casos se ha establecido correlación,  con el tipo de personalidad antisocial, principalmente. Los agresores sexuales suelen presentar dificultades en el desarrollo de la empatía, distorsiones cognitivas y una gran dificultad para percibir y demostrar emociones (González, Martínez y Vardi, 2004). 
Comúnmente se piensa que los agresores sexuales son personas con trastornos psicológicos, sin embargo, la evidencia demuestra lo contrario, las investigaciones científicas revelan que en un 64% de los casos de los agresores sexuales evaluados, no se documentó ningún trastorno psicológico. Castro, López-Casuedo y Sueiro (2009), Cáceres (2001), Echeburúa y Fernández-Montalvo (1997) y Soria y Hernández (1994) coinciden en afirmar que la mayoría de los agresores sexuales no presentan trastornos psicopatológicos pero defienden la relación entre delitos sexuales con determinados trastornos de personalidad, tales como el trastorno antisocial, trastorno esquizoide y trastorno límite. 
Otro de los postulados es que el comportamiento de los agresores varía según el tipo de víctima y condiciones propias del sujeto, como el sexo y la edad. Razón por la cual  resultaría insuficiente analizar un solo grupo de características de un agresor, dado la heterogeneidad de las combinaciones. En el año 2002, Ortiz-Tallo, Sánchez y Cardenal establecen un perfil psicológico de los delincuentes sexuales con base en un estudio de tipo clínico, utilizando como herramienta principal de análisis, el Inventario Clínico Multiaxial de Th. Millon II (por sus siglas en inglés MCMI-II). El fin de esta investigación fue conocer el patrón básico de personalidad y la detección de síndromes clínicos en tres grupos de delincuentes sexuales: dos grupos de condenados por delitos sexuales y un grupo control de personas condenadas por otro tipo de delitos, configurando una muestra de 90 personas entre los 20 y 65 años; el objetivo del estudio pretendía encontrar diferencias en los perfiles de personalidad en función del delito por el que se hubiesen condenado.
En la evaluación de estilos de personalidad con el MCMI-II, se definieron 13 tipos de perfiles, entre los que se resaltan: las dificultades para las relaciones interpersonales, la búsqueda de aceptación, el miedo al rechazo, la evitación del menosprecio y la humillación, la dificultad para asumir responsabilidades propias de la edad adulta, y la presencia de conductas socialmente loables (Ortiz-Tallo et al., 2002).
Un par de años más tarde, González et al. (2004) desarrollaron un estudio en el que pretendían dar una visión general de las características de los abusadores sexuales, revisando y contrastando las teorías desarrolladas y que a la fecha explicaban el comportamiento abusivo. En la mencionada revisión, se explicó que, si bien la mayor parte de las denuncias que se presentan por casos de abuso sexual provienen de los estratos socioeconómicos más bajos, los abusadores pueden pertenecer a cualquier estrato social, ya que para escapar de la detención y la aplicación de una pena, se requieren recursos además de astucia; el abusador puede incluso vivir en cualquier medio (urbano, rural), tener cualquier nivel educativo, cualquier religión y orientación sexual y estado civil.  A pesar que en la actualidad se ha logrado eliminar este tipo de sesgos socioculturales, en algunos contextos se sigue considerando que le agresor sexual pertenece a una categoría social en particular
Dado que no existe un perfil único en el caso de los agresores sexuales, resulta más conveniente hablar de características comunes y factores asociados, con el fin de dejar de lado las generalizaciones en esta materia, y en lugar de ello, hacer uso de los modelos teóricos explicativos del comportamiento abusivo que mejor se acomode a cada caso.
Existen dos perspectivas desde las cuales se ha logrado abordar el abuso sexual. La primera asume que la raíz de esta problemática se centra en una dinámica familiar distorsionada, caracterizada por relaciones de tipo incestuoso entre padres e hijos; desde esta perspectiva se menciona que en general las niñas son vistas como la compañera sexual de su padre o viceversa. En diversas investigaciones se ha logrado demostrar que algunos abusadores sexuales experimentan una activación sexual por los niños incluso justo antes de ser padres y en su etapa de adolescente (Moreno, 2006).
Por otro lado, está la perspectiva que basa sus explicaciones en las características psicológicas y fisiológicas del abusador. La etiología del abuso sexual muestra ciertos criterios individuales, como la presencia de una cierta patología psíquica, patrones de inmadurez, baja autoestima, sentimientos de inutilidad entre otros. Por otra parte, existen algunos criterios de tipo familiar como la conflictividad marital (violenta o no), el alejamiento de la pareja, y como se mencionó anteriormente, se puede presentar también una confusión en la inversión de los roles en los miembros de la familia. Se han trabajado también los criterios contextuales que enfocan sus explicaciones en que el abusador suele ser una persona introvertida, solitaria y con poco apoyo social (Moreno, 2006).
Existe un modelo teórico que intenta explicar por qué algunas personas se interesan sexualmente en niños y a su vez, porqué el interés sexual conduce estrechamente al abuso. Según el modelo de Finkelhor (como se citó en Moreno, 2006) debe estar presentes algunos factores simultáneos y sucesivos: “congruencia emocional (una importante inmadurez en el abusador que se experimenta a sí mismo como un niño, manifiesta necesidades emocionales infantiles y, por tanto, desea relacionarse con niños); activación sexual ante los niños, bloqueo de las relaciones sexuales normales (sentimiento de inutilidad personal, inadecuación interpersonal y distanciamiento sexual en las relaciones de pareja); y desinhibición comportamental (de ellos depende que el abuso sea estable o esporádico)”. Faller (como se citó en Moreno, 2006), propone una diferencia entre lo que provoca el abuso sexual  y los factores que podrían contribuir pero no lo provocan. Algunas de las condiciones que actúan como precipitantes se puede destacar: el sistema social (relaciones de poder, relaciones de dependencia, educación adecuada, reparto de roles y la sexualización de las relaciones) y en relación con el abusador (haber sido víctima de abusos sexuales, autovaloración deficiente, consumo de sustancias o experiencias traumáticas, pocos cuidados durante la infancia y modelos sexuales afectivos).
Marshall (como se citó en Vallejos, Covetta y Salvador, 2012), propone que el comportamiento de los delincuentes sexuales podría estar determinado por la interacción entro lo innato y lo adquirido. Desde la perspectiva de lo innato, propone que el hombre debe aprender a controlar la satisfacción de sus propios deseos (agresión y sexo), ya que los factores biológicos y sociales que tienen una relación directa con el desarrollo de los inhibidores conductuales, y en definitiva, son los mismos que en ciertas ocasiones establecerían correlación entre el sexo y la agresión, en algunos sujetos.
A su vez, Marshall propone una serie de patrones predictores de los comportamientos sexuales-delictivos. Las relaciones paterno-filiales pobres pueden concluir en este tipo de comportamientos agresivos, la experiencias previas de la infancia (problemas familiares, conductas de abuso físico y sexual, falta de motivos en los castigos, falta de identificación con uno de sus padres, abuso de alcohol o actividades delictivas) son algunos de los predisponentes conductuales y en general suelen ser el  resultado de un proceso de modelamiento de las conductas de los padres (Vallejos, Covetta y Salvador, 2012).
Este autor plantea además que los vínculos paterno-filiales pueden enseñar a los niños a esperar de los demás y a mantener actitudes que promueven o impiden el establecimiento de lazos afectivos. Teniendo en cuenta los tipos de apego entre el cuidador y el niño, se han logrado establecer algunos criterios en términos de sus consecuencias, por un lado, se ha concluido que los niños que muestran vínculos evitativos, en el futuro podrían llegar a presentar ausencia de vínculos amorosos; aquellos con características ansioso-ambivalentes suelen mantener relaciones muy superficiales y de corta duración (Vázquez, 2011)
Los tipo de apego evitativo y ambivalente, suelen traer consigo relaciones disfuncionales entre padres e hijos y experiencias tempranas destructivas en el hogar. Se ha propuesto, además, que las dificultades de apego entre madre e hijo aumentan la probabilidad de comportamientos de tipo antisocial en la vida adulta, por el contrario, cuando se presentan este tipo de problemas entre padre e hijo, suele predecirse la conducta agresiva sexual en la edad adulta (Vallejos, Covetta y Salvador, 2012).
Los mismos autores plantean que generalmente cuando se presenta un vínculo emocional negativo entre padre e hijo,  el menor, resulta convirtiéndose en un ser vulnerable, falto de autoestima, con pocas habilidades de afrontamiento y resolución de problemas, con escasas relaciones sociales por la misma falta de empatía, por lo que se ha llegado a concluir que en la vida adulta estas personas no tiene la capacidad de satisfacer sus necesidades sexuales y afectivas de una forma apropiada (Vallejos, Covetta y Salvador, 2012).
Otro de los modelos explicativas del comportamiento de los agresores sexuales es la explicación que realiza Broffenbrenner (1979, como se citó en Cortés, 2013), la cual se centra en la comprensión ecológica del crecimiento de las personas, es decir, la concepción cambiante que tiene una persona de su ambiente y su relación con él. Este autor postula que la sociedad está constituida por distintos sistemas (macrosistema, exosistema, mesosistema y microsistema) y que bajo estos sistemas y su relación, podría llegar a surgir el abuso o el maltrato infantil, como interacción entre la familia y su entorno. Este enfoque propone cómo a partir de los factores de riesgo existentes en estos sistemas y la ausencia o presencia de factores de protección, algunos factores de riesgo pueden llegar a sobre pasar los factores de protección y llegar a las conductas de maltrato y finalmente abuso.
 


 Fuente, Cortés (2013).


De acuerdo con Landaverde y Pérez (2013), existe diversidad en los modelos explicativos de la conducta sexual abusiva. Por un lado plantean los modelos unifactoriales: Modelo biológico que se centra en lo fisiológico, sustentando que el abuso sexual es causa principalmente de la excitación sexual desviada y el énfasis del rol hormonal (niveles de testosterona – agresión en general y la sexual en concreto) y la presión evolucionista que impulsa la tendencia masculina de dominar a otros. En esta misma línea resaltan también modelos a nivel psiquátrico, feminista, cognitivo conductual, modelo sistémico, modelo de la personalidad, modelo social, modelos multifactoriales, multisistémica, de los cuatro factores y cuadripartido que en definitiva logran dar una puntual explicación sobre el abuso sexual.
Garrido (1989)  por su parte, propone cuatro tipos de explicaciones, la primera de ellas es explicada desde lo intrapsíquico, psicodinámico o de la perturbación y sostiene que independientemente de las diferencias individuales, los abusos en niños, el incesto, el voyerismo y el exhibicionismo son el resultado de problemas intrapsíquicos e interpersonales duraderos. La segunda, se basa en la psicología de los rasgos y no en las diferencias que existen entre los delincuentes sexuales, sino en todas sus similitudes y comunalidades, y que además les distinguen de otro tipo de delincuentes. La tercera explicación está dada bajo el concepto de la subcultura de la violencia, en donde la violación no se ve como algo más que otro tipo de delito común, en donde los agresores rivalizan con las conductas y valores socialmente establecidos, por último existe un planteamiento en términos de la socialización y del rol de “víctima legitimada” que se le otorga a la mujer, es decir, en cuanto al hombre se le enseña socialmente a tomar la iniciativa con las mujeres, a ser dominante y a enorgullecerse con las conquistas sexuales, a la mujer socialmente se le atribuye la búsqueda de protección de un hombre y la pasividad.
En Colombia, se estableció una tipología de agresores sexuales de mujeres y niños a partir del estudio de los patrones biográficos y de distorsión cognoscitiva, desde la perspectiva de la psicología forense. Los factores cognitivos no se pueden determinar como las causas directas del comportamiento sexual desviado, sino como aquellas fases por las que atraviesa el agresor sexual y que además les permiten negar, minimizar, justificar y racionalizar su comportamiento, además, este tipo de distorsiones cognitivas están dadas específicamente por el tipo de delito que se lleve a cabo. Partiendo de tales distorsiones cognitivas, se logra comprender cómo los agresores o abusadores sexuales de niños, creen que el contacto sexual con los menores no va a generarles ningún tipo daño y, por otro lado, pueden asumir una actitud deseosa y provocadora por parte de los menores (Castro et al., 2009).
Los agresores de personas adultas presentan también distorsiones cognitivas, pues en general hacen una interpretación errónea de las reacciones de las mujeres. La gran mayoría, hacen una lectura de las conductas de las mujeres como actitudes de provocación, contrario por ejemplo, a lo que podrían percibir de las mismas señales emitidas por varones en situaciones similares. Algunas de las ideas irracionales que más se han identificado a lo largo de varias investigaciones, son: a las mujeres les gusta que las traten con dureza, muchas de ellas fantasean con ser dominadas y violadas, y las mujeres que frecuentan bares y se van a la cama con cualquiera también merecen ser violadas (Castro et al., 2009).
Algunos de los procesos cognitivos más relevantes en términos de la violencia sexual, son aquellos que afectan la percepción de la información del entorno, el procesamiento de dicha información, los procesos de asociación con la memoria ya existente y los procesos de planificación de una respuesta dada. Así mismo desde los procesos cognitivos, suele jugar un papel muy importante la creencia que se tienen de sí mismo, de otras personas y del mundo en general. Como se mencionó anteriormente, los factores cognitivos ayudan a negar, minimizar y justificar su comportamiento, pero, así mismo, estos factores suelen proteger de alguna manera los efectos psicológicos negativos como la culpabilidad y la vergüenza por parte del agresor sexual (Gutiérrez y Flores, 2001).
El mismo autor plantea que la mayoría de agresores sexuales, presentan cierta dificultad para lograr identificar emociones en los demás o las determinan más positivas de lo que en realidad pueden ser.  Es así como a partir de dichas mal-interpretaciones, el abusador puede seguir agrediendo a mujeres y niños, pues son incapaces de hacer la lectura correcta del “estar causando daño”. 
Vázquez (2011), parte del hecho de la multiplicidad en los perfiles de personalidad típicos de agresores sexuales y traza una categorización de 5 tipos de agresores según sus características clínicas: a) psicópata, quien actúa en búsqueda de sensaciones y sometimiento a la víctima, lo que provoca una excitación mayor a la que puede encontrar en un encuentro sexual habitual; b) social-oportunista,  maneja creencias distorsionadas sobre el rol sexual de la mujer, codifica erróneamente signos  y generalmente les otorga un significado “provocante” justificando así su agresión; c) psiconeuróticos, quienes utilizan la agresión como un medio de compensación y justificación del comportamiento; d) asociales o subculturales, quienes, por cuestión de la crianza, generalizan un estilo de socialización violenta dentro de su ambiente social, habitualmente marginado y; e) pedófilos, primarios y secundarios, caracterizados por el temor y la dificultad para las relaciones con pares adultos, asociados a baja autoestima, e ira profunda hacia la etapa adulta.
Badury (como se citó en Contreras, Peña y Rubio, 2012), manifiesta dos tipos de abusadores relevantes, por un lado está el abusador sexual intrafamiliar: suele ser un miembro de la familia, con conductas manipulativas, uso de poder y del rol. Bajo esta figura el abusador cosifica al menor bien sea para cubrir sus carencias o para “elaborar” los traumatismos pasados (abandono, maltratos o abusos), o para “disminuir las consecuencias de los conflictos relacionales actuales. A partir de este tipo de abuso, se puede dar explicación a la “trasmisión de los abusos sexuales a nivel transgeneracional”.
Según Contreras et al. (2012), existe también el abusador sexual extrafamiliar, éste se conoce como cualquier individuo conocido por la familia de la víctima (sacerdotes, profesores, cuidadores, etc.) que con el tiempo han adquirido cierto nivel de confianza. En general son hombres y sus técnicas de persuasión suelen estar centradas en el cariño, la mentira, la presión psicológica, la carencia afectiva en el hogar del menor y otras estrategias sumamente distintas que, contrario a lo que logra un abusador que usa la violencia física, logran en algunos casos provocar sensaciones corporales agradables e incluso goce sexual por parte del menor.
González (2012) intenta llevar a cabo una clasificación muy detallada de los abusadores sexuales, “teniendo en cuenta que esta clasificación puede resultar poco confiable ya que los datos provienen de los mismos abusadores, quienes frecuentemente suelen ser manipuladores, con tendencia a utilizar la negación, proyección, racionalización, minimización y parcialización como mecanismo de defensa” (p. 190), Este autor propone la siguiente clasificación:
ð      Según inclinación sexual
ð      Según la exclusividad de la atracción por niños
ð      Según el sexo de la víctima
ð      Según la edad de la víctima
ð      Según el estilo de la conducta abusiva

Por su parte, Barudy (como se citó en González, 2012) asume que toda persona para lograr alcanzar su madurez, debe diferenciarse emocionalmente de sus padres y de aquello que lo condicionó durante su niñez. Este autor utiliza el término “individuos indiferenciados” para referirse a la construcción de fronteras psicológicas que le permiten a una persona un sentimiento de sí mismo y de los demás. Define personas subindividuadas a los que tienen poca vivencia de sí mismos y gran dependencia de los demás y, como sobreindividuados, a aquellos incapaces de tener en cuenta a los demás. A partir de estas definiciones, este autor propone los siguientes tipos de abusadores:
ð      Abusadores subindividuados totalmente indi­ferenciados
ð      Abusadores subindividuados con una diferen­ciación débil
ð      Abusadores subindividuados con una diferen­ciación moderada
ð      Abusadores sobreindividuados indiferencia­dos
ð      Abusadores individuados con una diferencia­ción moderada
ð      Abusadores sobreindividuados con escasa dife­renciación
ð      Abusadores sobreindividuados con una dife­renciación moderada

Barret y Trepper (como se citó en González, 2012), propone cinco tipos de hombres abusadores: aquellos que tiene una obsesiva preocupación por el sexo de los hijos; los padres regresivos, que suman el desarrollo sexual de sus hijos con el abuso de sustancias como un detonante para cometer el abuso; los autogratificadores instrumentales, que fantasean con su hijo acerca de otras mujeres; los emocionalmente dependientes, que buscan en sus hijos afirmación y soporte, y por último aquellos que presentan relaciones rabiosas, relacionadas con violencia física.
En un estudio de tipo descriptivo llevado a cabo por Arcila, Castaño, Osorio y Quiroz (2013), en una muestra de 80 hombres condenados por delitos sexuales recluidos en el centro penitenciario de Manizales se encontraron los siguientes hallazgos: en general los condenados pertenecen a estratos más bajos, presentan un bajo nivel de escolaridad o los procesos de educación sexual han estado ausentes en un gran porcentaje de agresores. Este aspecto se evidenció con mayor dominancia cuando las víctimas fueron menores o iguales a 12 años, lo cual, en términos de desarrollo, esto podría ser un indicador de conductas sexuales inapropiadas para el agresor sexual.
En la mayoría de los casos, las agresiones se empezaron a hacer manifiestas en edades tempranas (10, 15 y 19). Ante esta variable, se consideró importante hacer mayor énfasis en los factores biológicos y sociales (niveles hormonales, falta de educación sexual, funcionamiento familiar y dinámicas sociales). Así mismo, se evidenció que en la mayoría de los estudios llevados a cabo bajo esta temática, los agresores sexuales son personas conocidas o familiares de la víctima (Arcila et al., 2013).
En la misma investigación, se logró determinar que uno de cada cinco agresores sexuales presentó antecedentes de abuso sexual durante su infancia. En términos del desarrollo psico-sexual, cerca del 50% de la muestra manifestó una opinión negativa frente a la masturbación, un porcentaje mínimo recordó juegos sexuales en la infancia y solo algunos reportaron haber tenido fantasías sexuales en la adolescencia. Estos autores proponen que todos los aspectos mencionados con anticipación podrían llegar a significar procesos de inmadurez, temor o vergüenza respecto a su sexualidad, más que rasgos realmente delictivos y patológicos.
Weinberg (como se citó en Posada y Salazar, 2005), ha trabajado sobre tres categorías de abusadores sexuales, los endogámicos, que se caracterizan por que dirigen su actividad hacia el interior de sus familias, encontrándose en la mayoría de casos el padre, el padrastro, tíos, hermanos. La principal característica de este tipo de abusadores está marcada por relaciones posesivas, límites obsesivos y algún tipo de violencia psicológica; por otro lado, este tipo de relaciones sexuales abusivas suelen ser permanentes en el tiempo ya que el contexto suele ser un facilitador para que se lleven a cabo.                
Igualmente, este autor propone la denominación de abusadores “psicópatas” quienes sin algún tipo de discriminación por su víctima, suele tomarlo como un objeto sexual dentro de una relación de poder o dominación (incluso relaciones sexuales sádicas con altas consecuencias como lesiones personales u homicidio). Este tipo de abusador es patológicamente insaciable en su área sexual, aquí se pueden presentar relaciones fugaces o duraderas, pero con un alto índice de promiscuidad ya que se les facilita tener varias de estas relaciones en los mismos periodos de tiempo (Posada y Salazar, 2005).
En tercer lugar, existe el abusador pedofilico caracterizado por una gran inmadurez psicológica, personalidad insegura y bajos niveles de autoestima, por esto, este tipo de abusadores prefiere que la mayoría de sus víctimas sean personas que no pueden valerse por sí mismas o niños; este tipo de relaciones sexuales son también episódicas u ocasionales (Posada y Salazar, 2005).
En algunos estudios llevados a cabo a partir del uso de la escala de Trastorno del Pensamiento o Escala SS del MCMI-III (Millon Clinical Multiaxial Inventory), (que realiza una descripción del síndrome clínico severo caracterizado por pensamiento extraño, fragmentado, no coherente, disperso y despersonalizado), se ha logrado demostrar que los abusadores de menores presentan una puntuación mucho más elevada que otros delincuentes sexuales y no sexuales.  Así mismo bajo el uso del MCMI-II, al comparar abusadores de menores con población general sana, se ha logrado demostrar que existen diferencias significativas en las escalas Esquizoide, Paranoide y Esquizotípica ya que los abusadores en general tienden a tener puntuaciones muchos más altas que el resto de la población. De igual manera, se ha demostrado que entre los abusadores sexuales de menores y los agresores sexuales de adultos y delincuentes no sexuales, existe una alta correlación con las elevadas puntuaciones en la escala Fóbica (evitativa o escala 2) del MCMI (Becerra, 2012).
Perea, Ladera y Ajamail (como se citó en Nunes, 2011), propusieron en términos de alteraciones frontales en abusadores sexuales, “un patrón depresión, caracterizado por hipocinesia, apatía, carencia de impulso, reducción del habla, indiferencia, ausencia de motivación y falta de planificación”, este tipo de asociaciones tienden a estar direccionadas a la relación entre ciertos síndromes y alteraciones pre-frontales, dorso laterales, orbitales y mediales. Así mismo, se mostró a partir del estudio de Nunes (2001), que la reducida activación de la corteza dorso lateral pre-frontal es significativamente característica en los abusadores sexuales, sugiriendo de esta forma un deficiente control sexual. Desde este estudio se logró relacionar que un frágil funcionamiento de las regiones frontales del cerebro pueden predisponer mucho más para este tipo de delito.
Pasando a los procesos de tratamiento penitenciario y de acuerdo con Guillamondegui (2006), para lograr un diseño adecuado del tratamiento en el contexto penitenciario de los abusadores sexuales, se debe contar con el aporte de diversas ciencias que permitan lograr un pleno desarrollo de éste en el contexto penitenciario. El aporte de diversas disciplinas está orientado en la medida en que se pretende especificar las variables exactas a intervenir, una serie de métodos evaluativos que permitan identificar desviaciones sexuales del condenado, el alcance y la magnitud de su funcionamiento social y la capacidad de su interacción, el nivel de distorsión cognitiva, la identificación de los indicadores de los riesgos de reincidencia y su fijación temporal
Algunas de las técnicas de tratamiento más usadas son las siguientes: La prevención de recaída (PR), esta técnica de aplicación innovadora, cognitivo-conductual pretende llevar a cabo un abordaje desde el tratamiento de las adicciones, teniendo como referente que las más altas tasas de reincidencia en delito sexual están asociadas a procesos adictivos compulsivos y se centra más en lograr el control que algún tipo de curación y tiene como base las teorías del aprendizaje social (Guillamondegui, 2006).
Por otro lado, está el tratamiento conductual integrado el cual consiste en una modificación de aquellos aspectos relacionados con la conducta sexual, la competencia social y las distorsiones cognitivas, este tratamiento se centra en métodos psicológicos y educativos. Se pretende llevar a cabo modificación de respuestas a través de la terapia aversiva, el reacondicionamiento masturbatorio y la saciación, la sensibilización encubierta y finalmente un procedimiento auto administrado para la reducción de impulsos sexuales desviados espontáneos. Finalmente, dentro de un enfoque cognitivo-conductual Marshall propone llevar a cabo intervenciones desde la autoestima, distorsiones cognitivas, empatía, control de la ira, abuso de sustancias, inadecuado afrontamiento de la ansiedad y el estrés (Guillamondegui, 2006).
A pesar de existir una creencia generalizada sobre la probabilidad de reincidencia de los delincuentes sexuales, los indicadores de este tipo de conductas son, como grupo, bajos, ya que a nivel mundial se estima que cerca del 20% cometen nuevamente este tipo de delito. No obstante, los casos de reincidencia dependen estrictamente de la tipología del agresor y de los factores de riesgo que coincidan con cada uno de ellos. De esta misma forma, existen ciertas características que distinguen a los sujetos reincidentes de los no-reincidentes, algunos de estos son los factores de riesgo estáticos (o no modificables) que hacen parte de la individualidad de cada sujeto (Redondo, Pérez y Martínez, 2007).
La predicción sobre la reincidencia en los delincuentes sexuales suele ser parte de un trabajo combinado entre todas las variables psicológicas y comportamentales y no solo de lo que recientemente se ha trabajado como predictores de este tipo de conductas (la edad, el nivel educativo, las experiencias de abuso, la historia familiar, etc.).  En la actualidad, se han desarrollado sistemas basados en el juicio profesional estructurado, que evalúan el riesgo con base en directrices explícitas basadas en investigaciones empíricas y que a su vez permiten hacer la evaluación del riesgo de violencia sexual de delincuentes adultos sexuales, donde se entiende como riesgo a todos aquellos elementos y variables personales y sociales cuya presencia hacen mucho más probable el mantenimiento de la actividad delictiva de un sujeto, o de otra manera, incremente su riesgo delictivo. Con la implementación de este procedimiento llamado Sexual Violence Risk-20, se logró demostrar que parece ser más fácil identificar aquellos casos que probablemente no reincidirán que aquellos otros que sí. Por esto y a pesar de saber que la reincidencia suele ser muy baja, si se utilizan los instrumentos adecuados el pronóstico de la violencia sexual podría conseguir muchos más aciertos que los actuales (Pérez, Redondo, Martínez, García y Pueyo, 2008).
El Sexual Violence Risk (SVR-20), “es un instrumento de valoración de 20 ítems o campos de información sobre un determinado caso, que permite una ponderación de su riesgo de violencia sexual en las categorías bajo, moderado o algo”, este instrumento fue adaptado al español y al contexto latino por el profesor Antonio Andrés Pueyo en el marco del Grupo de Estudios Avanzados en Violencia-GEAV, en el Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Barcelona.
En definitiva no se puede llegar a establecer una tipología exacta de los abusadores sexuales, o de unas únicas características y modos de llevar a cabo el acto delictivo, pues mientras unos están motivados exclusivamente por el deseo sexual, otros solo requieren ciertos niveles de proximidad o comunicación; cuando algunos cometen el delito por su imperativo de agresividad, otros casos se caracterizan por tener el simple recuerdo de niños expuestos a caricias o temores concretos al contacto sexual, mientras algunos se pueden llegar a caracterizar por una enorme actividad violenta y agresiva, otros pueden resaltar por ser personas tímidas, retraídas y completamente pasivos y hasta inofensivos; y mientras que algunos otros pueden ser específicamente pedófilos, otros solo pueden aprovecharse de una situación particular o sentir cierta atracción por un menor particular.

 En términos generales, resulta claro que no existe consenso en cuanto a teoría o modelos que expliquen el comportamiento de los agresores sexuales.  Sin embargo, es evidente que de cara a futuras investigaciones que permitan un avance en la comprensión de este flagelo que ataca a todos los niveles de la sociedad y se presenta desde tiempos inmemorables, es necesario conocer cada vez más del tema.  Si bien los avances teóricos resultan de gran importante en materia de investigación, la única forma de conocer cómo operan, cómo piensan, qué prefieren, cuáles son sus temores, etc. es interactuando de cerca con los directos implicados.  Es por ello que el llamado es a no seguir viendo al agresor sexual simplemente como el victimario, distante y con una postura descalificante.  Lo anterior, no pretende de ninguna forma justificar su actuación y el daño que generan, algunas veces de por vida, en sus víctima y nos referimos especialmente a los niños.  Es necesario una acercamiento, verlos como personas que independientemente de sus actos tienen una dignidad y con un alto grado de certeza, las explicaciones a su comportamiento, se encuentra en sus infancias.  

Para citar este escrito según normas APA:

AL. Rodríguez-Padilla y
LJ Baquero-Cantor . (12 de junio de 2014).  Abusadores sexuales.  [Mensaje en un blog].  Recuperado de http://psicojuridicaforense.blogspot.com/.

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